viernes, 14 de enero de 2011

LLANTO MILENARIO

LLANTO MILENARIO


I
Heridos están los cielos:
es un sollozar, un grito entre las zarzas,
cierto niño doliente
que gime desde el corazón de la tierra.

Es tu territorio invadido de lágrimas...

Diseminados stros cubren sus sienes envejecidas.
En mar de puñales ha perdido sus caracoles.
Mira: enmascarado de hielo
transita en medio d la desnudez vegetal.
Lleva nombres de los que perecerán
en campamento de nevadas.

Una espada con la que ha de segar el aliento de los peumos.

Todo el firmamento
y toda la oscuridad caben entre sus uñas.
Es el más fiero enemigo de la luz.

No debes olvidar
cómo va cubriendo la esfera de diminutas calaveras.

He ahí sus dedos rebanando marchitos panes,
sembrando máscaras.

He ahí sus prematuros cementerios,
sus ojos derramados
en los que ayer plantaron una sonrisa.

II

Siguen desplomándose pirámides del azul.
El mar aumenta su poderío,
se desborda rugiendo en pos de nuevas orillas.

Gigante tendido de bruces agitando pies y manos.
El ciclón de los odios corre por sus venas.
Hay lenguaje de sangrientas palabras en su lomo.

Desteñidos habitantes
manotean entre la oscuridad y el agua que parecen petrificadas

Aterra esta procesión de seres crucificados,
lejanos ya de la piedra,
desterrados para sempre al anónimo país.

El mar avanza junto a la noche estampando cruces
en las puertas
donde no sonarán los timbres del sueño.

El yuyo,
el maqui y el aromo,
que soñaron con un mañana
flotan como fantasmas sobre la crispada superficie.

III

No duermes.
Afuera
blasfeman los perros cansados ya de orar.

El arado de la lluvia continúa rasgando la tierra.

Ausencia de oro gimen los olmos.
En la copa de los árboles estrella sus labios el viento.

No duermes.
En vano los párpados luchan contra el pensamiento.

Todo un derribado mundo
revive en el árbol silvestre de tu corazón.
Ya no eres pastora de sueños
creciendo entre balidos,
agua que ambicionaba coger frutos,
floridos paisajes.

Eres ta anciana
como la raíz desterrada de las encinas.
¡Cuán viejo es el trigal de tus veinte años!

No duermes.

Afuera,
mientras se retuercen de angustia los cielos,
suenan y resuenan pisadas de fantasmas que rondan
haciendo sollozar al niño de las hierbas.

IV

En Angol nació mi madre.
Me explico ahora su tristeza
cuando la lluvia sembraba de nostalgias la noche.
Su primera lágrima en esta dulce tierra.

Cómo quisiera sentir sus manos
en este rostro maldito
ahora que galopan tantos jinetes enmascarados.

Era tranquila, triste, bella
como una piedra bajo el agua.
Hoy es sólo mínima porción de polvo helado
mi muchacha vestida de hojarasca.
Debió haberme esperado para nacer.
La habría protegido del trueno y la esarcha.
Este niño cielo la vio pasar.

V

Ha cesado el llanto de las alturas.
Ahora la tormenta
es una oveja pastando en la enmensidad.

El viento ya no tuerce la cintura de los almendros.

Sólo la tristeza continúa sembrando nocturnos.
En vano en tu piel resbala el sol.
Ni deberías abandonarte. Es preciso luchar,
juntar luciérnagas, jamñas permitas
que se humillen tus rodillas, loando a un dios lejano,
sin nombre ni estatura. Ese frío
que anda favricando calaveras
esculpe la única verdad sobre la esfera: es necesario
atrincherarse,incendiar
la oscuridad de los lobos, defender
esta sangre
qu clama en la noche y la distancia
por un futuro de alas.

Todo tuyo será el crepúsculo de los frutos.

VI

Observa:
Como un fardo de pasto negro cae la noche.
No te pueden sacar tus relojes agobiados.

Tienes de los pájaros la armonía.

Ah cómo duelen las cartas
que los árboles dejan en nuestra almohada...
Tú tienes la emoción.
Nadie debe lastimar tus sueños
ni tus niñas alegrías.
Sólo tú puedes abrir la puerta del tiempo perdido.

Una imagen de yeso no dará rubíes a tu espíritu,
ni podrá defender
al verdadero hijo de estas morenas tierras.
Tú, mujer, formidable retrato de una raza indómita...,
¡levántate! ¡revive tus hogueras!
¡serás tan grande como el roble incrustado en las nubes!

VII

Llanto de huérfanos reemplaza al aguacero.
Cortejo de hojas desveladas
encamínase a la ciudad de los sueños perdidos.
Allí habrá un lecho
para los que nunca lograron despertar:
niños, mujeres, que forjaron castillos y luceros:
labradores cansados de teñir surcos...

Dolor de crecer,
ser hombre sobre estepas fatigadas.
Uno quisiera refugiarse bajo los párpados,
no salir a la selva humana...

Estos niños mañana serán devorados.
Han quedado solos drente al guijarro. Debemos hacer algo
para que en sus ojos entre la primavera.

VIII

Me preguntas si amo la cintura de la primavera.
Y yo te digo: no puedo dormir
ensus manantiales
ni cantar a la nube embriagada de zafiros.

Hoy el lirio crece a la orilla del polvo.

Me preocupa
la mujer manchada por sombras siniestras.
La muhacha-obligada por su desnudez-
a ser piel de caminos.
El muchacho que bosteza en el húmedo lomo del alma
con un trozo de hielo entre los dientes.

Cuando el hombre abandone su oscuridad,
sea su stampa de invencible faro,
entomces tendré tiempo
para amar la suavidad de sus caderas.

Eso duele: bestias del invierno
están devorando la resistencia de los huesos.

IX

Tu patrón se parece a los inviernos:
es una fiera saltando sobre el campesino,
hundiéndolo en el vientre de la noche eterna.

Encaramado en sus caudales, observando a sus esclavos
ensombrecidos, extraviados en túneles sin salida,
su risa
es un trueno, incendiado polvorín...

No es el rojo hierro del destino quien ha marcado
a tus hermanos.
El ocaso de éstos es fabricado por otros amos,
parientes de esta lluvia salvaje.
Son aplastados cual hojarasca por el pie del invasor.

La injusticia es tormenta quebrando vidrios y pupilas.
No te acorrale ese temblor de rama en el viento.

Los jirones de este crepúsculo
también parecen infinitos.
Niuna sola huella habrá más tarde de sus rubíes.
La hierba, ayer pisoteada,
lentamente recobrará su estatura...

Y todo es igual.

Siun rebaño de ovejas,
con toda la energía de sus auroras,
arremete contra la apostólica figura del chacal,
éste desaparecerá como las brasas
bajo nevado sueño de cenizas...

Y este concepto debe ser el farol
que se levante como un sembrador entre los hombres.
Te aseguro que el cultrún derramará luciérnagas...

X

Este pueblo duerme en las palmas del abandono.

Húmedas alfombras se deslizan perdidas,
peregrinos sin bandera.
Faroles pestañean bajo el agua que dispersa
en galopes de muerte.

¡Qué temores estará creando en algunos techos
eñl resoplido del surazo
y la furia loca de esta lluvia que avanza desbocada!
¡cómo agonizará el fuego esculpido porla sangre!
¡cómo agitará sus dedos el barro!

Sólo a nosotros nos duele que este pueblo sea como un inválido,
no logre abandonar su inmovilidad alzándose a la cumbre.

Idolatrando sus miserias,
los hombres de pupilas hundidas hacia los pies,
sólo ven en la lluvia un poema...

XI

Aquí, donde el pan esparce silencios
y el carbón apenas puede dibujar una sonrisa,
se odia
la llegada del potro enloquecido: arrasa
con techos, cáscaras, sueños.
Su relincho es un derrumbe de piedras.Sus crines
cautivan al desposeído
sembrando en su horizonte amargas semillas.

Pero el hombre aún sueña con la paloma azul de un mañana.
Y entre claridad o tiniebla
luchará contra sus milenarios enemigos
para dar al mundo la fisonomía del árbol más perfecto.

XII
En Boroa un pequeño trozo de sombra va caminando.
es un niño mapuche.
En sus ojos castigados Lautaro llora en soledad.
Buitres han devorado su inocencia. llenando de nieve
sus manos. Hace ya siglos que camina
con un pie aplastádole la cabeza.
Nadie siente su silencio en cuyo fondo dormita un anciano

XIII

Este viejo sauce
se ha discutir bajo la lluvia.
Le digo que no defienda
al que le estrechó el puente de su cerebro.
Que no debe mar a quien lo lanzó al sótano de la mudez,
ocultándolo de la luz
para que el animal fuese su sombra, su voz
no se alzara destruyendo muros y
jamás anidaran en su pecho
las aves que luchan por el vuelo verdadero.

Los tiburones del servilismo surcan elopcéano de sus venas.
Con los zancudos de la penumbra está feliz,
aunque estos le han comido hasta el fuego.

La fuerza de cien búfalos destella en sus brazos.
Su cabeza es una hormiga
en un dedal cubierto de telarañas...

XIV

Veo levantarse humaredas en esta ciudad llovida de soldades,
oigo truncas melodías,
penamientos sin alero.
Bajo sta húmeda piel hay un manto de miradas,
un pensativo ramo de palabras.

Aquí, donde el pie dice adiós al camino, he visto
cómo en plenilunio,
reunidos en torno a un fogón de hielo,
se quejan fantasmas
de los que cayeron a dentelladas...

Gimen por sus hijos
clavados en el lomo de los bueyes,
en el oro ajeno del trigal.
Aplastados bajo la pesada pezuña del abandono.
El Puelche arrastra sus lamentos al naufragio...

Tropiezo con una flor abonada por la carne,
con un cráneo roído por el polen, y escucho
aquel tremendo llanto que estremece a la historia...

XV

¡Muerte a la hoja sin arrimo! parecen decir
las estatuas del agua desplomándose.
¡Para ella mis ortigas! ruge el huracán, trayendo
entre sus alas
un plumaje de antiguas sentencias.
Y los hombros de esta generación resisten nuevamente
un siglo de espanto.
Volcada en suelo de líquidos copihues, oscurecida
por el hollín de los viajes sin fin,
huye de los botines de la lluvia
refugiándose al abrigo de extinguidos manzanos.

Allí se queda blanca, temblando, trompo
que entre guijarros, baila... en vano pedirá a gritos
la cálida presencia del amor y la solidaridad.
Morirá como sus antepasados,
como el más anónimo de los senderos.

Y estoy cierto: ningún perro vendrá
a lamer la fuga del hueso humedecido.

XVI

Todo el universo
se reduce a una choza pintada de miseria,
a un techo perforado
por los dardos de la lluvia.

El mundo,
la vida,
el relámpago,
todo muere entre los cerros.
Nada más allá.
Ni una sola mano encendiendo antorchas.

Este poblado indígena es un fragmento herido.

El aire sin patria gime sobre las piedras.
Jamás le han enseñado a buscar,
ni dado de beber
en el manantial de los libros.
Es oscuro,
joven,
anciano.

En vano aúlla como un lobo al pie de la oscuridad.

En vano germina
desde hace milenios la luz y
hay seres caminando hacia el hombre.
Este aire que sangra,
este corcel fatigado entre desfiladeros,
aún se alimenta del primitivo pasto.

Y el odio continúa modelando ataúdes
para su rostro llovido de siglos.

XVII

La lluvia es una pantera.
El pueblo, un cordero
que no sabe hacia dónde encaminar sus pasos,
soportando las agujas disparadas por las nubes.

Es preciso maeticar piedras, conocer las soledades
del que tiene agusanada la memoria,
para comprender hasta qué punto hieren
los helados potros del invierno.

Y hay que sentirse como un ternero extraviado
en rebaño de soles muertos,
recibir en pleno rostro
el odio de las tempestades, ser mordido
por la serpiente del hambre y la misería,
para poder cantar
al hombre que va dejando su vida en cada surco!

XVIII

No he nacido, sur, entre tus aguas,
no he soportado los puños del sol junto al arado.
No he dejado gota de sudor alguno
ni mi cerebro
fue pasto de tus soledades.

Un día me separé de la sombra. me interné
entre los árboles de la lluvia
con un pájaro desnudo entre las manos.

Habíanme dicho que eras hermoso y
danzabas en la oscuridad...
La horrible eternidad de la miseria reía en los caminos.
La bestia andaba suelta por los rieles del mundo.
Y el frío astillaba los huesos de la tierra.
Entonces omprendí:
eres un joven cargado de ancianidades.

Tenías la tristeza
de los grandes barcos que se quedan
envueltos en el silencio.
En tu rostro cincelaba el invierno sus furias.
Sentí deseos de regresar a mi raíz:
los pies se me quebraron en tus rodillas y
con la ira
retumbando en mi sangre, me quedé contemplando
tu pobre cabeza destrozada
hasta sentirme herido por el sueño.

XIX

He ahí a tus hijos araucanos
rememorando aquella lejana lluvia
que bailaba como una moza bajo los copihuales.

Entonces el paso era firme.
Y en la palma de sus manos
aromas de la selva cantaban.

Ahora retroceden, enmohecidos.

Sierpes invaden la viña de los sueños.
El látigo, esgrimiendo relámpagos, arrebata
las monedas de su terruño,
las reúne manchadas en el arcón extranjero.

Los tambores de la tristeza
resuenan bajo el agua que cae profiriendo maldiciones.
Sus hijos, encanecidos,
engrillados dentro de negros círculos, no pueden beber
la majestuosidad de los aromos.

Ya no les pertenece la dulce sangre de las serranías.

Un sollozar de trutrucas muere tras el horizonte.
Indice de hierro les señala un camino de hondas oscuridades.
Tropiezan, caen
apresados por la humareda; sus mentes tambalean
pobladas de neblina. Se diluyen
como los flamencos de un crepúsculo.

El cultrún gime al pie del canelo.

La ira de los elementos
estremece los pechos de la tierra.
Desde las montañas
se oye al puma maldecir su destierro.

XX

No pienses que sólo tú te debates en la oscuridad.
He aquí un ataúd carcomido sobre mis hombros.
En él duerme
la esperanza del minero diseminado entre los escombros.
La antorcha de la obrera textil
que en vano refugió su luz caliente
en el pecho de una paloma. Los mutilados dedos
de la costurera que murió cautiva en su dedal...

El mundo se desangra en una charca.
Todos sus senderos conducen al abismo.
La fe agoniza como una bestia sobre la nieve.
Y los buitres de la estupidez
aún sostienen el polvo de los dioses.

He aquí la ceniza de los juncos.
En este momento un lustrabotas araña las paredes de su celda,
un albañil cae desde los andamios
al fondo de la penumbra, ¿sientes cómo revientan
sus pulmones
bajo el dintel de las desdichas?
Su respiración,
ahogada por un polvo de generaciones perdidas,
me está destrozando los oídos.
El llanto de sus hijos rompe mis huesos.

¡Es necesario seguir adelante!

¡Hay que apagar el grito
que ha venido pulverizando los siglos
desde que el hombre estacó la tierra!

No me preguntes bajo qué bandera crispo los puños:
en cualquier rincón del planeta está mi patria.

XXI

Vergüenza siento de haber llorado por un arbusto
cuya savia murmuraba imposibles.
Porque aún el ave no anidaba en sus ramas,
se me cayeron los ojos,
busqué sosiego, lumbre en la sangre,y
casi fui devorado por la bestia...

Hoy, mirando tus manos ajenas al descanso, he renacido
junto al moribundo,
he aclamado la solemnidad de los frutos.
Y he desterrado mi queja para alzarme con el dolor
del que cae extranjero a la luz y al canto.

Ya no existen fronteras en mi territorio.

Seré el sembrador en batalla constante
contra la dureza del desierto... y mi canto
será como un río vitalizando las siembras del mañana...

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