viernes, 14 de enero de 2011

LA TIERRA PIDE SILENCIO

LA TIERRA PIDE SILENCIO

INCERTIDUMBRE

Pies heridos
en tremendo temblor helado,
entre oxidadas lunas y
vientos sin memoria,
solo,
más solo
que el corazón de los niños muertos,
olvidado
hasta por la rata
que un día comió mi pan.

Dispuesto a ganar,
a perder,
en un duelo de párpados y dientes,
busco
una piedra
en donde apoyar la nostalgia,
este sueño
forjado entre puños sangrantes,
vivo aún,
de pie,
como un árbol salpicado de llagas.

Nada en la ciudad,
ni la gota salada
de un mordido astro,
ni el tierno vientre de una espiga.

Sobre los hombres
caminas
los perros,
vomitan negros ladridos,
afanados
en triturar,
moler una a una las últimas hojas.
No me asustan.
No retrocedo.

Qué importa la carcajada
que va muriendo
bajo mi suela herida.
Y qué
la burla envenenada
cayendo, deslizándose por mis harapos.

Sólo el frío
me enreda los huesos,
sabe
de mi derrota
cuando un mar enlutado
posee a la tierra y
los pájaros
se arrancan los ojos
para olvidar que nacieron sin nido,
sin patria
ni pan.

Entonces,
caer,
caer en sollozo estrangulado:
¡que no mueran de angustia
mis pequeñas auroradas,
dulces hijas
del hombre vencedor de las bestias!
Es posible
que esta luvia no termine.

No tengo edad
ni nombre
ahora que el agua se confunde
con la médula,
vierte
hielo
sobre nieve.
La tarde es engullida por los zorros.

¡Un lugar -grito-,
un rincón,
una esquina
donde pueda desmayar tantas culebras grises!

¡Sólo eso!

Para que esta niña frutezca
lo mismo que un sol nuevo,
tenga
aroma y
música
su pan...

Más allá
de la lluvia,
de este hueso harapiento
que apenas puede sostener la niebla,
tal vez
se me permita
esculpir una estrella...
sí, tal vez...

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