viernes, 14 de enero de 2011

LA CIUDAD SOÑADA

martes 17 de marzo de 2009
LA CIUDAD SOÑADA
ALGUNAS PALABRAS A CARLOS ORDENES PINCHEIRA

Hay en este libro una herida interior, una lágrima suspendida, una metástasis adherida al recuerdo y que quedó escondida en un hueco del alma. Ese niño dormido que arrastra el hombre hasta el fin de su existencia y que le dice que no crezca, que es malo, que hace daño, son los sueños, las voces subterráneas que se esparcieron en la memoria soñando en lo que se iba a ser y no llegó nunca en todo ese mundo fantástico que palpitaba en su interior de niño.

Carlos Ordenes Pincheira (Nozaroc Zilefni, seudónimo que ya no usará en este libro, y sí en el anterior: "Poemas para una estancia diluida") es poseedor de una vasta obra literaria. En esta oportunidad nos entrega estos poemas productos de una época que va desde su niñez a su adolescencia, donde ha querido dejar vigente en su corazón de hombre sus primeros designios y auxilios; y que no quiere que se escabullan en el carnaval del tiempo. Es la magia a la que recurre a diario este poeta doliente para poder sentirse más liviano en esta batalla de estar en pie.

Es un libro lleno de sorpresas, de músicas, vivencias de ese cosmos azul que todavía navega en su estructura actual con un lenguaje ingenuo, florido y simple, como esa inocencia perdida que se desliza en una planicie resbalando al borde del tiempo y que se ha convertido en su angustia existencial.
DAISY BENNETT



LA CIUDAD SOÑADA

I

Dejaré al hombre durmiendo, tiene tantos dolores,
desengaños y mañanas endurecidas.
Ahí está, sumergido en sus brumas plagadas de cicatrices y cruces.

Ha de ser así,
no debe intervenir cuando el niño se imagine una vida nueva,
una madre transparente
dadivosa en ternura y trenes galácticos..., en una casa
saturada de paz, tibieza,
con paredes cubiertas de retratos de historias
cuyos protagonistas
siempre son buenos y cantan amores frutecientes...

Es preciso construir mariposas, libélulas, jilgueros, abejorros,
para aquel sauce que lloraba
por una brisa vagabunda, enamorado y pálido. Palitroques,
camiones de madera recién pintada,
algún caballo iluminado corriendo por el potrero en miniatura...

Duerme, luchador, junto a la bestia melancólica. Ya nadie
recuerda la proeza de alzarte
contra lo establecido por títeres de corazón helado...

II

Voy transgrediendo normas y dromedarios de bronce,
me invento a mí mismo
como un albatros dueño de los mares, y aquí o allá, estará la ciudad
de mis sueños,
suma de mis aspiraciones pequeñas inofensivas, llenas
de gracia estrellada.

Agito las alas y desde muy arriba miro, investigo, busco la piedra
donde me sentaré a contemplar las olas niñas.
Me miraré en el agua y me veré verdadero bebiendo azahares...

Niños rojos, verdes, azules, amarillos y negros, me llamarán y
seré uno de ellos entre juegos y alegrías...

Y seré Nozaroc Zilef
porque allí habrá una madre jugando con las estrellas,
llenándose la garganta de trinos anaranjados.
Y en las albas rocas de un mar temido y amado
una muchacha
me dirá que he caminado a su alrededor,
sin detenerme por temor a ser llovido de vidrios punzantes y
no beber de sus manos de cristal...

III

Antes de emprender el viaje, tú, sierpe vestida de mujer,
no sigas arrojando sapos negros por la boca,
ni maldiciones de truenos trotando por la llanura...

El hombre se marchará pronto al mundo de los cantos celestiados.

Lo empujaste tantas veces al abismo: él siempre ha subido y
ha bailado sobre su cabeza...
Jamás nadie reparó que se alimentaba de hojas, trozos
de astros moribundos...

Ahora me abro paso entre desfiladeros, se romperán mis ojos,
caerán hechas astillas mis piernas y brazos,
habré llegado a besar la arena de una patria pequeñita
inventada
por esta locura de ser una gota no perecible de amor...

IV
Es 1952.
Independencia 831, aquí trabajo: mis manos
son ágiles haciendo plumillas, quques, pasteles, tortas,
aunque siento
que estoy estacado, como amarrado con cadenas.
Nadie sabe que en mi corazón hay grillos y luciérnagas...

Ojalá sepa leer cuando cumpla quince años
para entender por qué la bella durmiente estaba en el bosque,
por qué blanca nieves tropezó en una manzana,
me han dicho que es verdad lo de caperucita: ¡se la comió un lobo!
Cuesta creer que alguien se alimente sólo de flores
o se coma una estrella...

Quisiera llevarle a mi mamá un saco de cosas ricas, o dinero,
tal vez le hiciera cariño al hijo
desterrado del calor humano... Me da pena saber
que siempre tendré cansancio y
nunca dejaré de ser inculto como los carretoneros
cuyas lenguas se enredan en culebras y burros de carga...

V

¿No es esta la ciudad que imaginé
cuando dejé dormido al vagabundo loco...!
Destilan nostalgias, feos aromas los faroles...
En sus propios ladridos los perros quisieran suicidarse,
todo es neblinoso,
caen gotas ácidas desde arriba, se oxidan las plantas...

¡No hay nadie aquí dispuesto a vencer sus demonios
ni a correr tras la música que se aleja sin remedio...!
Le han sellado la boca a las mujeres,
zapatos de plomo le ponen a los niños
para que no se desplacen hacia el centro a pedir comida...
Monstruos de cuatro patas siembran el terror
donde hay escasez de luz y pan...

Debo alejarme de esta ciudad antes que los autómatas
me pongan etiquetas y
me ordenen andar con el cuello tieso...
Sé que voy a encontrar esos paisajes tibios puros, esas casas
llenas de ternura y soldados de plomo sin fusiles...

Allí el sol luce diademas de diamantes
cuyos rayos no tuercen la mirada... Es un hecho que la hallaré
porque he sido transparente, no he sembrado cizaña,
he aprendido de los pájaros
a entregar mi canto aunque haya cazadores de ojos bisturiados...

VI

En la patria que busco
no existen los caballos desbocados del odio,
la tristeza
sólo es una brizna en las manos del viento,
la alegría es el árbol perfecto en el centro de la vida.

Y la luna es verde como las hojas del yuyo.

En la luz de las luciérnagas altísimas
resplandecerán nuestros zapatos nuevos
porque habrá repartición elevada,
conejos azules esparciendo
semillas siderales en el alma de los infantes perdidos.

Las mamás no serán enredadas en las zarzas del abandono.

Los nuevos seres cantarán por los caminos y
nadie verá a un niño de trece años acarreando sacos de harina
observado por hirsutos ojos de acero...

Algo me dice que ya estoy cerca del naranjal eterno...

VIII

Mientras sigo buscando a ciegas el suelo anaranjado,
pienso que me habría gustado ser quintín el aventurero,
tarzán de los monos
o supermán, el hombre de acero, para que la justicia no luzca
ese odioso traje negro,
ella sólo ve y castiga al caído y no al que nos regala hambre y
juguetes despedazados, o muñecos sin brazos...

Le daría a todos los niños un carrusel de colores,
camiones cargados de calugas y
a las mamás vestidos y almacenes sin fin...
Le diría a los malos que se fueran muy lejos
más allá de la cordillera...

Todos seríamos felices porque la tierra
nos entregaría duraznos y lechugas...

¿Estoy delirando?
¿Me estoy enfermando otra vez de la espalda?
El cielo de la tarde se llena de ovejas doradas,
después aparecen monstruos que me comerían si estuviera allí...

¿Cuándo estaré pisando la arena de la playa de mi ciudad soñada?
En alguna parte del mundo está con sus torres bañadas de luna...
Seguiré buscando, siempre buscando...

VIII

Hermosa
como esas tardes que refrescan la fiebre y
su cabalgata de siglos...
No recuerdo cómo llegué a sus dominios: un cuarto, espejos,
cuadros de mujeres desnudas jugando en el agua,
extraños perfumes
entrelazados en una guerra de olores...

Tú me miras y
hay amor en tus verdes cristales... ¿soy tu juguete?
Me subes,
me bajas de un cielo a otro y, ante mi asombro
desfilan por mi cuerpo
paisajes tibios, estrellas diminutas plenas,
raros resplandores, olvido mi rostro y mis manos y
asciendo
hacia un firmamento desconocido, dulce y amado;
mis brazos y piernas parecen de azúcar, livianos infinitos...

Cuando regreso
tengo mi cabeza entre tus senos
donde de seguro se ha desmayado un rayito de sol...
Tus labios viajan por todas mis derranías,
vuelvo a entrar a un mundo de tiernos reflejos,
leves gemidos, ¡paraíso...!

La más bella de las mujeres sólo podía estar aquí,
en el burdel...
Cuando sea adulto jamás encontraré tal transparencia y
he de morir pensando que fuiste
una maravillosa mezcla de fuego y espíritu,
cuando en tu lecho tú y yo nos iluminamos
en un aire distinto...

IX

Ay, virgencitas
de la macarena, fátima, lourdes, andacollo, maría, guadalupe,
ruego a todas
le den a mis catorce años una migaja de cielo,
me siento extraño y muy ajeno a esta tierra donde han mutilado
mis primeros sueños y
ahora no cae agua del firmamento sino de mis ojos hambrientos...

Ayúdenme a encontrar el camino, pongan una luz
en la tiniebla que me invade y habla de una nada sin rostro...

Alejen de mí los ogros que me acechan por las noches
con sus dedos de ceniza,
soy un lobito pequeño, sin amparo,
sufro la angustia de estar donde nunca pedí que me trajeran...

Quiero que me señalen la ruta hacia la ciudad donde las lágrimas
están fuera de la ley...
Patria verdadera amante de todos sus hijos
aunque sean verdes o morados...
¿No les parece injusto que se me rompan los pulmones
por treinta centavos de hojalata?
Si no encuentro ese lugar prefiero hundirme en el lodo y
ya no sentir, no ser...

¡No me dejen abandonado en este infierno de títeres sin cabeza...!

X

Observo las noches que van chocando unas tras otras
como bolitas de cristal negro.
Continuo anhelando la mano iluminada de una madre
sobre mi rostro disfrazado de sombra.
Repentino desaliento enturbia mi andar
porque tras las colinas
sólo hay esqueletos de amistades efímeras...

No hay vestigio alguno de algún jinete arreando los imposibles
para dar paso a los días de agua clara...
Desde las hierbas
se levanta un clamor hacia las alturas: lloverá;
lloverá, y no me podré refugiar
porque mi templo envejecido
lo dejé tirado en un lecho de nieblas...

XI

En su arreo de lágrimas y quejidos,
el viento quiere arrasar con los techos: los truenos
caen como piedras en mi alma...
siento que el cielo nada puede contra esa furia...

Se ven asustados los árboles: soy uno de ellos
debajo de las descoloridas fonolitas...
Junto al ruido galopa el hambre como un brujo maldadero,
el aguacero tiene uñas de hielo;
cerca, llora una una niña porque su chupete no tiene sol
mezclado con oro trigalero, la madre
quisiera volver al tiempo que nunca existió...
Aquí la tristeza es más inmensa que todos los edificios.

Proseguiré la búsqueda cuando esta mojada jauría desaparezca...

XII

Aquel cerro se parece a una mamá después de lavar ropa ajena,
cansada como una bestia,
sin más recompensa que la luz de una vela, agónica...

Dicen que se debe sufrir para llegar al paraíso...
Prefiero llegar a la estación de ninguna parte,
ser dueño de las estrellas
por un instante...
¿Qué será de ana -me pregunto.. cuya morenez resplandecía.
Mi primer hechizo.
Hace cuatro años se casó... Y yo me fui bajo los sauces a ver morir el sol...

También pasa por mi mente la figura casi trágica de la cantinera:
yo sentía un amor más grande que todo el mundo...
hace ya tiempo dejé de verla.
tal vez se fue por una de esas calles que mueren en la oscuridad...

La tarde es una anciana de lentejuelas dolientes: llueve...

Cómo no recordar
a mi ruth cuando regresaba del colegio
con la poesía retratada en sus ojos... Me duele
como si tuviera un leño ardiendo en mi cabeza...
Era yo tan pequeño...
las bestias con pantalones eran tantas...

Mis tres primeros luceros.
Jamás pude conocer el sabor de sus labios firmamentales....

XIII

Llegué a una gran ciudad donde sus habitantes me parecieron diáfanos.

Al tercer día vi que pasaban en caravanas
en dirección al no asombro ante ausencia de pan o justicia
en las casas de moradores amarillos de hambre
enredados en toses interminables...

El dios reinante es un balón de fútbol.

Juegan con la dulce cabeza de las mujeres, no respetan
su altísima transparencia...
Hay centenas de infantes pálidos de terror
ante la estela de sueños muertos por la guerra...

¡Juro que volveré a este lugar cuando encuentre mi ciudad,
los llevaré conmigo, conocerán las celestes raíces del canto y
los frutos multicolores de la igualdad...!

XIV

Estamos en 1954...
He atravesado ríos, bosques, montañas. Con alas doradas
sobrevolé los mares,
llegué a países donde las mujeres carecen de cuerdas vocales y
son azotadas abuelas madres hijas hermanas...
Feos engendros -parecidos al hombre-
siegan alientos, ilusiones, queman la risa...
En camiones se llevan los sueños al gran pozo negro...

Con mis casi quince años me puse a llorar en medio de la calle;
sentí un alúd de carcajadas,
arrojaron mi cabeza al cieno...
Yo sólo quería que en el mundo
se acabaran las guerras y los trigales entrrgaran sus tesoros
sin mirar rostros, etiquetas, marcas, razas...
Yp sólo quería que el amor fuese una fina lluvia que a todos llegara
perono hay oídos, ojos o campanas
derramando paz y amaneceres dulces...

XV

Un gran cansancio me debilita el caminar... Mis deseos
se han estrellado con murallas,
caras duras, de granito... El sol cae
sobre mi cabeza y dice la herida es profunda...

Debo volver a mi cárcel dolorosa...
He perdido y, a fuerza de fracasos, me ilumino,
pareciera que mi ciudad existirá en un tiempo no lejano.
Quiero estar allí,
cuando florezcanlos manzanos,
cesen de estar helados los corazones...

XVI

El hombre me recibe con sus brazos abiertos ya débiles
por una enfermedad que no entiendo,
reune todos sus poemas,
hace una cama con ellos para que yo duerma entre versos y metáforas y
me quede sereno abrazado a alguna imagen...

Suenan sus palabras
mojadas por la lluvia silenciosa
que viene desde su alma de lobo perseguido por las injusticias...
Desde arriba
caen diamantes sobre su cara y él quisiera esculpir su último poema
en la espalda temblorosa del viento...

Carlos Ordenes Pincheira

enero - marzo 2004


Ricardo Navia, excelente poeta, dueño de Génesis, que publicó este poema, señaló:

"Si alguien se atreviera a escribir una historia actual de la poesía chilena, una antología, sería difícil de tomar en cuenta a tantos autores desconocidos que tienen bellísimos poemas.
No es el caso de Carlos Ordenes Pincheira, que tiene a su haber una obra de singular calidad.
Además, el autor ha publicado diversas antologías que han tenido un gran éxito en el mundo literario.
Editorial Génesis se enorgullece al presentar ahora una nueva obra de Carlos Ordenes Pincheira,
"La Ciudad Soñada", ciudad que no pasa de ser la ilusión de una ciudad ideal imaginada por un adolescente. El protagonista del poema recorre numerosas ciudades que no llegan a ser "la
ciudad soñada", pero persiste, sigue buscando, camina, recorre, cree que ha llegado a la meta, pero: ¡NO ES ESTA LA CIUDAD QUE IMAGINÉ...
Y se aleja para seguir buscando, incansablemente...
El libro es un poema que encierra una gran historia.
Habrá momentos en que el lector quedará sobrecogido al sumergirse en esa realidad imaginaria, que es una gran realidad.
Con Carlos Ordenes Pincheira, la Poesía sigue viva y está presente en todos los instantes de la vida.
RICARDO NAVIA

NOTA: en el Canto VIII el poeta recuerda a una hermosa prostituta que le enseñó a caminar por
sendas diferentes. Y hoy, si estuviera viva, se arrodillaría ante ella y le besaría los pies...

En aquel tiempo, de los trece a quince años del autor, todo lo evocado es verdadero, en un lenguaje distinto a su poesía de adulto. Nota del EDITOR.

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1 comentario:

  1. Nozaroc Zilefni, ya mas grandecito, solando una ciudad como recuerda a su planeta donde nada le molestaba.Ha debido aaprender las cosas buenas de los ancianos para continuar hermoso por fuera y bello por dentro. Ojalá pudiera alguien llevarlo de regreso a su planeta, cosa bastante improbable...

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